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REFLEXIONES SOBRE CUESTIONES NADA TRIVIALES

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EL ESTILO DE DIOS ES PERMITIR
Cuando entendemos que Dios "permite" nuestra libertad de pensamiento, de acción y de movimientos, empezamos a entender qué significa la libertad, el plan de Dios, la providencia y la historia. Vamos empezando a entender quién es Dios omnipotente y como actúa, quién es el hombre y en qué consiste la libertad humana.
El hombre, creado libre e inteligente, ut operaretur, se santifica custodiando y haciendo crecer la Creación, siendo fiel a las leyes naturales, implantadas por Dios en Sus criaturas.
Así, trabajo santificador es el que participa de la obra de Dios, que trabaja creando eternamente, es decir, mantenimiento en el ser la creación regida por leyes eternas inculcadas en la esencia —en el mismo ser— de todas sus creaciones, incluso las leyes de la libertad, de la evaluación, del progreso y de la entropía.
A los seres libres, para hacer la voluntad de Dios les basta con ser fieles a esas leyes. Si hacen lo contrario, se autodestruyen, porque en esto consisten las inexorables leyes entrópicas. 

NECESIDAD Y URGENCIA DE FORMACIÓN
La deformación de la juventud la han entendido perfectamente comunistas, socialistas, gramscianos y freudianos. Por eso quieren monopolizarla, que es lo que ellos llaman socializarla. A estos depravados les importa muy poco el crecimiento de las virtudes de la juventud y de la virtud en general. Sólo les interesan los esclavos. Ni ellos saben el porqué. Sí lo saben los perpetuos espíritus rebeldes al servicio del Maligno.
Así es esto de simple. Por lo cual hay que movilizar los medios operativos para suplir, contrarreformar y quitarse de encima el yugo de este problemón. Y por eso hay que invertir en formación en auxilio de familias, maestros, tutores; creando ciencia ética y antropológica aplicas a la educación, pedagógica y didáctica, documentación escrita y audiovisual, etc.

SIN ATRICIÓN TODO ES FICCIÓN
En su reciente libro, Historia del mal, Jacinto Choza explica con singular agudeza en qué sentido y de qué modo el mal es la destrucción producida por el odio; esa destrucción que, a través de los medios, presenciamos en el padre que asesina a sus hijas para destruir a la madre, que es la reproducción de un arquetipo clásico, descrito por Eurípides en su tragedia Medea. 

En el homicida, el odio opera así: «Nunca duermes. El odio te lo impide. Tiene mucha más fuerza que el cansancio… Hasta cuando el cansancio es ya supremo el odio triunfa de él, y lo supera… el odio será siempre más fuerte, más fuerte que el cansancio ya infinito. Y no podrás dormir… ni siquiera podrás morir: no podrás darte cuenta cuando mueras porque ya desde mucho tiempo antes estabas habitando en el infierno» (cfr. J. J. Cabanillas y J. Cotta, Lengua en paladar).

El odio es la reacción destructiva que paga con destrucción, la destrucción que uno mismo ha padecido al ser privado de lo que uno más amaba. Lo que uno más ama puede ser la esposa o el esposo, los hijos, los padres, la hacienda, la fama, lo que sea. Y eso que uno ama sobre todo es la razón y el fundamento del propio vivir y del propio ser, porque uno existe y vive para eso. Odiar es desear que algo que existe deje de existir, que se convierta en nada. Es lo contrario del amor, que consiste en querer que las personas que se aman tengan una existencia más plena.

En la tragedia de Eurípides, Medea siente que su esposo Jasón la ha traicionado a ella y a sus hijos al querer dejarla y tomar como esposa a la hija del rey de Corinto, su anfitrión. Entonces Medea monta un plan para matar a la hija del rey y a los hijos que Jasón ha tenido con ella, y para dejar vivo a Jasón, para que viva en la angustia de quedarse sin lo que amaba, para que viva en la nada.

El odio no se cura con la venganza, porque la venganza no devuelve la vida a los seres amados. El odio se cura con el perdón. Per-donar es volver a donar lo que se había destruido, es decir, volver a donar el ser a las personas destruidas. Algo que no está al alcance de los seres humanos, que no pueden dar el ser a los que han sido destruidos. Pero tampoco pueden dejar de odiar, de querer destruir. Los hombres no pueden perdonar, convertir el odio que llevan dentro en amor, convertir la nada en que han quedado convertidos en ser fructífero y generador de vida. Los hombres no podemos perdonar, no tenemos esa capacidad. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? Los hombres, lo más que podemos hacer es pedir ayuda para poder perdonar. 

MULTITAREA Y GESTIONAR LAS PRISAS
Está resurgiendo el controvertido fenómeno del nuevo multitasking, aparentemente contracultural, retrospectivo y capaz de hacer reaccionar a durísimos adversarios. Provocado por el confinamiento, el aislamiento, el teletrabajo, las precariedades generadas por el atasco postmoderno y la pandemia, viene a significar que no toca otra que especializarse en varios frentes para ser competitivos, autosuficientes, sostenibles y solventes. Así, estamos viendo a profesionales y autónomos que, en su oficina o en su pequeña empresa, se ven obligados a hacerse capaces de realizar el trabajo de su propia especialidad y, a la vez, convertirse en gestores, informáticos, traductores, fotógrafos, diseñadores, contables, electricistas, instaladores, decoradores, enfermeros, cocineros, etc, casi siempre con la ayuda de aplicaciones peculiares, tutoriales insólitos, prodigiosas robóticas localizadas por internet, mensajería rápida y contactos múltiples con otros especialistas y otros profesionales. Cuando, por otro lado, noticias contradictorias y disparatadas afirman que la multitarea es una gran trampa que resta productividad; que la multitarea con medios digitales altera la memoria; que la explosión de la tecnología y los medios digitales parece tener efectos cognitivos negativos, provocando ansiedad y depresión; que la multitarea es neurosexista y no es atribuible a una cuestión de hormonas... Aún cabe preguntarse: Leonardo da Vinci, Michelangelo Buonarroti, Edison y otros multitasking ¿fueron genios o locos? ¿Fue la multitarea la culpable de que no pudieran lograr más cosas con su talento o la que dió cauce a su legado universal? ¿Viene a ser esto algo similar al espíritu millennial, hipsters, gentrycasual u estilos de vida alternativos?
El caso es que multitarea y tranquilidad no tienen por que contraponerse como en un oxímoron. Resulta perfectamente aprovechable la idea de autores como Honore Carl —"Elogio de la Lentitud" (del ya lejano 2017)—, que cuestionan el culto a la velocidad, si se es capaz de entender por qué muy posiblemente la multitarea ayuda a la calma deseable. No vamos ser más eficientes, por hacer más cosas por minuto, por hora, cada día. Pero hacernos capaces de hacer un poco de todo lo esencial, controladamente y con la ayuda de las nuevas tecnologías, puede hacernos ganar mucho tiempo. Lo que hace que vivamos al borde de la extenuación no es tanto la multitarea como las prisas aceleradas y descontroladas, sumadas sobre todo a la falta de inteligencias multiples, a la falta de entrenamiento múltiple, a la falta de flexibilidad mental y a la desmedida afición al mal llamado tiempo libre, que no suele ser más que un tiempo de ocio superfluo.

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